Por qué
dormir poco nos hace comer más y peor
La falta de sueño nos pasa factura. ¿Qué es lo que provoca
este aumento de apetito y el deseo de comer dulces?
Tras pasar una mala noche en la que hemos dormido poco y
mal, es posible que nos sintamos más atraídos por alimentos pocos saludables.
Según un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de
Chicago (EE.UU.) esto sucede porque la falta de sueño aumenta el apetito de una
forma similar a como lo hace la marihuana, ya que eleva los niveles en sangre
de una señal química que incrementa la sensación del placer que nos provoca
comer, potenciando además nuestro deseo por alimentos ricos en azúcar, grasas o
sal (dulces, patatas fritas...)
“La restricción del sueño parece aumentar el sistema
endocannabinoide, el mismo sistema dirigido por el ingrediente activo de la
marihuana, para aumentar el deseo de la ingesta de alimentos”, explica Erin Hanlon,
líder del estudio.
Para arrojar luz sobre esta teoría, los expertos contaron
con la participación de 34 voluntarios jóvenes sanos, no obesos (14 hombres y
20 mujeres) con edades comprendidas alrededor de los 20 años y a los que
monitorizaron durante dos períodos de 4 días. En la primera fase de sueño en el
Centro de Investigación Clínica de la Universidad, los participantes podían
pasar hasta 8,5 horas en la cama y durmieron una media de 7,5 horas cada noche.
En la segunda fase del estudio, durante 4 días solo pudieron pasar 4,5 horas en
la cama, y durmieron una media de 4,2 horas por noche.
En ambas estancias, todos ellos tomaron las mismas comidas
tres veces al día, midiéndoles los niveles en sangre de grelina, una hormona
que dispara el apetito, y de leptina, que se encarga de la sensación de
saciedad. También midieron los niveles de endocannabinoides, un tipo de
molécula que sintetiza el cerebro de manera natural y que “enciende” el sistema
de recompensas del cerebro.
Los investigadores identificaron un patrón normal en los
niveles endocannabinoides en las noches en las que los participantes pudieron
dormir casi 8 horas. Sin embargo, los días de sueño reducido se produjeron un
aumento del 33% en estos niveles. Además, los participantes informaron de un
aumento del hambre, sobre todo después de haber consumido la segunda ración del
día, esto es, el mismo momento en el que los niveles de endocannabinoides
alcanzaron su punto máximo.
Así, según los expertos, la falta de sueño aumenta el
apetito por la orientación del sistema endocannabinoide que “podría ser un
mecanismo por el cual la restricción del sueño recurrente acaba en una excesiva
ingesta de alimentos, sobre todo en forma de aperitivos, a pesar de aumentos
mínimos en la necesidad de energía”, expone Hanlon.
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